«La cocina es el arte de valorar los contrastes, de integrarlos, de fundirlos. Es un arte orfeónico, por decirlo en griego. Las integraciones sinfónicas culinarias no pueden conseguirse con elementos absolutamente aberrantes, sino con elementos diferentes pero capacitados para generar, con su fusión y composición, un elemento nuevo y de cualidades superiores al originario». (Josep Pla. Lo que hemos comido, 1972)
Josep Pla i Casadevall (1897-1981), nació en Palafrugell, corazón del Bajo Ampurdán gerundense. Periodista y ensayista, dependiendo esto más del soporte que del contenido, es considerado uno de los mejores defensores/conocedores de la gastronomía tradicional catalana del siglo que vivió casi de cabo a rabo (además, por supuesto, de uno de los mejores autores en lengua catalana de toda época).
Sin embargo, a pesar de la abundancia de referencias a la comida en sus escritos e incluso dos publicaciones específicamente dedicadas al tema (“Llagosta y pollastre. La cuina catalana” y “El que hem menjat”), Pla no es un escritor gastronómico, al menos no en la línea de Xavier Domingo, Néstor Luján, Joan Perucho, Jaume Fábrega o el mismísimo Vázquez Montalbán, por citar algunos contemporáneos catalanes; él simplemente menciona la cocina porque es parte integrante de la actividad humana.
Como igualmente, según confesión propia: «nunca he sido cocinero. No tengo la menor idea sobre recetas de cocina. […] Nunca he sido un gourmet ni un gourmand». Y ciertamente no lo era, al menos en sentido estricto, pues también confesaba que no estaba interesado en la gastronomía mucho más allá de su referente cultural: ampurdanés, catalán y europeo, en ese orden (y nótese que el territorio español no catalanoparlante queda englobado como “europeo”). En general, Josep Pla ejerce un sosegado catalanismo gastronómico, una concepción nacional de la cocina catalana diferenciada de sus vecinas, idea que ya estaba presente en Ferrán Agulló, pero no desde el chauvinismo excluyente sino desde la posición del que defiende lo que es suyo y el resto, si quieren, que hagan lo propio. Aunque reconoce y muestra respeto por otras formas culinarias, no las reivindica. Es más: con frecuencia deplora el avance territorial de modos e ingredientes foráneos.
Y es que el ampurdanés entiende que la gastronomía es una expresión cultural popular, y que cualquier desplazamiento implica riesgo de empobrecimiento y pérdida de identidad. Porque Josep Pla es un paisajista enamorado de su entorno natal y busca sacar de su pluma los mismos paisajes y paisanos que Sunyer o Rusiñol sacaban de sus pinceles.
Tal vez “Los payeses” (“Els pagesos”, 1952) sea una de sus obras más cercanas a esta vocación de testigo de lo cotidiano. De la misma extraigo aquí dos pasajes de temática explícitamente gastronómica:
Notas: Vino añejo: Vi ranci (vino rancio) en el original, es un vino tradicional de algunas zonas catalanas (la D.O. Empordá entre ellas), obtenido a partir de uva garnacha u otras variedades, seco, envejecido, dorado y de alta graduación, similar a los olorosos andaluces, aunque también hay “ranci negre”, tinto (http://ca.wikipedia.org/wiki/Vi_ranci). La denominación de “rancio” en castellano, que iba unida al buen envejecimiento de los alimentos, ha pasado a ser un peyorativo por “estropeado” en las últimas décadas, así que he preferido “traicionar” aquí el léxico genuino para una mejor comprensión.
Grana de capellá (forraje de cura): también llamado “postres de músic” (o simplemente, músic) o ganyips, consiste en una mezcla de frutos secos (nueces, almendras, avellanas, piñones, higos secos, pasas…) que se toma como postre, generalmente acompañando con un vaso de vino moscatel.
Butifarra (botifarra) de sal i pebre: una variedad de butifarra fresca de tamaño mediano (20-25 cm), preparada con carne magra de cerdo cruda y tocino picados y aderezados con sal y pimienta (sal i pebre), embutidos en piel fina y transparente al modo de las salchichas. La forma tradicional es prepararla frita (no a la brasa, como se presenta en ocasiones, pues se pierde la grasa derretida que es fundamental) y acompañada de judías blancas hervidas y luego salteadas en la grasa (seques), constituyendo uno de los platos más tradicionales de la gastronomía catalana.
Escudella i carn d’olla: es la variedad de cocido o puchero típica de Cataluña (bullit), que se caracteriza por la pilota -un albóndigon oblongo hecho con carne picada, huevo, ajo, perejil, sal y pimienta, y pan- y porque la presencia de leguminosas es puramente testimonial, e incluso están ausentes (tradicionalmente se añade unas pocas judías –mongetes-, aunque en estos últimos años es más frecuente la presencia del garbanzo, debo suponer que por influencia castellana). El caldo se sirve aparte, la “escudella” propiamente dicha, y puede presentarse como consomé con pan, con pasta o arroz, o con trozos del cocido (escudella barrejada o de payés), seguido de la carn d’olla compuesto por la pilota y el resto de los ingredientes, cárnicos y vegetales. Es, con mucho, el plato más emblemático de la gastronomía catalana aunque también se encuentra en Baleares y Valencia, incluso en el Rosellón, con variantes nimias.
Pies de cerdo con caracoles: una de los rasgos más característicos de la cocina de Cataluña, y que proviene de usos culinarios del Medievo, son las mezclas de ingredientes aparentemente dispares pero, por supuesto, con singulares y excelentes resultados, como los denominados mar i muntanya (carnes con pescado, destacadamente el pollo con langosta), miel con queso fresco (mel i mató), la tortilla de judías o el famoso pa amb tomaquet, pan con tomate. Por otra parte, los caracoles de concha seca a los que se refiere Josep Pla seguramente son “a la llauna”, especialidad leridana donde el molusco se hace sobre una chapa o recipiente metálico sobre brasas con algo de aceite y brandy.
Bueno, solo comentar que Josep Pla se expresaba así justo en la mediatriz del siglo XX, bastantes años antes de que las cadenas de comida rápida, los precocinados y las modas pseudogastronómicas se instalaran a nuestro alrededor. Afortunadamente, el apocalipsis no ha llegado a tanto como profetizó y la gastronomía catalana goza hoy de aceptable buena salud e impulso y sostenida por buenos profesionales. Tal vez se haya diluido algo, pero soy testigo de que la tradición ha sabido mantenerse (entre otras cosas porque hay un público que la demanda) y, aun mayor mérito, sin interferir con la modernidad y la renovación.
N.del A.: Textos extraídos de la edición "Josep Pla. Obra Completa, vol 8", Ed. Destino, 2014, ISBN 9788497101486, traducidos del catalán por el autor del blog con la inestimable ayuda de Heura. El párrafo inicial tomado de la edición "Lo que hemos comido", Ed. Destino, 2013, ISBN 9788423347162, traducción de P, Gómez Carrizo.
Aún no adaptada a la meseta, que es mi tierra, tu post me trae la luz de mi litoral mediterráneo. Y entre las combinaciones curiosas de alimentos echo de menos las mandonguilles amb sípia (albóndigas con sepia) por aquello de hacerme la repelente. Estupendo post y gracias por devolverme sabores queridos.
Aún no adaptada a la meseta, que es mi tierra, tu post me trae la luz de mi litoral mediterráneo. Y entre las combinaciones curiosas de alimentos echo de menos las mandonguilles amb sípia (albóndigas con sepia) por aquello de hacerme la repelente.
ResponderEliminarEstupendo post y gracias por devolverme sabores queridos.