11 de agosto de 2014

Anónimo: Cartas de amor entre un labrador y su amada (I)

En 1579 publicó un tal Lucas Rodríguez el "Romancero historiado", antología de poemas diversos: desde romances históricos y pastoriles hasta sonetos y glosas de algunos autores más o menos conocidos de los siglos XV y XVI.

Junto a esta mescolanza, al final de la obra incluyó dos poemas burlescos remedando las cartas cruzadas entre un labrador que demanda el amor a una mujer de su misma alcurnia y de la que está enamorado, y luego la respuesta de esta. Obras anónimas (Rodríguez Moñino las atribuye a Pedro de Padilla, pero yo no me mojaría tanto), no son de ninguna forma parte de un repertorio popular ni ocurrencia de algún aficionadillo. Si no bastara para esta conclusión el exquisito léxico empleado, será la canónica estrofa de Octava Real (octeto endecasílabo con rima ABABABCC) la prueba de que el autor de estas cartas-poemas tenía sobrado oficio. Podemos suponer que saliera de la pluma de cualquiera de los poetas a tiempo perdido que pululaban por la Universidad de Alcalá de Henares buscando medrar junto a Miguel de Cervantes o Lope de Vega.



Al menos puedo asegurar, sin casi ninguna duda, que fue vecino de Madrid o cercanías, toda vez que las referencias geográficas de las citas gastronómicas presentes en los versos, dibujan sobre Castilla casi un círculo perfecto cuyo centro es la capital española. Madrid, que nunca fue por sí misma fuente de materias primas comestibles de renombre, ha sido, sin embargo, hábil en proveerse de cuanto bueno se encuentra en sus aledaños, que es mucho; gollerías que el autor de estas estrofas parece conocer muy bien.

Por deferencia y por no ser de excesiva extensión, he preferido transcribir el poema entero y no solo los fragmentos estrictamente gastronómicos. También me he tomado la libertad de adaptar la ortografía y puntuación a un español más actual para facilitar su lectura, aunque en algún caso haya sacrificado ligeramente la métrica e incluso la rima. No dudo de que el lector avezado y curioso sabrá localizar la versión original en esta red de redes que es Internet, si así lo prefiere.

Los dejo ahora con la primera parte de esta composición y las notas correspondientes (en columna separada y paralela a los términos comentados); y, si se quedan con ganas de más, los emplazo a la próxima entrega, donde se tratará de igual modo la respuesta dada por la requerida "dama".



Carta muy graciosa
que un labrador envía a su querida, con quien piensa casarse, y una respuesta de ella por el mismo estilo.

Sobrescripto
Carta para Pascuala de Alcolea,
y hale de dar el hombre que la diere
en Fuencarral, en casa de Dorotea,
si Pascuala en el pueblo no estuviere.
Y ha de decir que así como lo lea
responda, y de la suerte que pudiere,
y de otras seis que tiene fuera de esta,
porque quedo aguardando la respuesta.

CARTA
Pascuala mía, sabrás como el Vicario
leyendo unas coplillas y sonetos,
a donde te alabe, vio un calendario
de varios y graciosos epitetos.
Y mandó que ninguno de ordinario
llame blanco al azul, en sus conceptos,
de suerte que los títulos pasados
so pena de la pena sean borrados.

No quiere que te llame vida mía,
descanso, rosa, luz del alma y gloria,
tesoro, o paraíso de alegría,
regalo celestial de mi memoria.
Y así no cantaré como solía,
de las tejas abajo irá mi historia,
aquello cese, y seas tú en mi tormento
más lindo que los nabos en Adviento.

Mas ¿quién podré llamar para alabarte
de lindos ojos, manos y cabellos
que no hay dioses ni musas de mi parte,
ni ingenio para bien tratar hoy de ellos?
No hay mármoles donde pueda compararte
ni grandes campos, siendo tú más que ellos,
de las cosas del cielo ya no oso,
que la razón me hace temeroso.

Pues compararte yo a rubias candelas
parece poco en tan gentil sujeto,
compararte a las naves con sus velas
es menos, y no llega a mi concepto.
Pues ¿qué haré? que solo me consuelas
con un hacer así estando en aprieto
entre hermanos y tíos y un fiero padre
que riñe (aun si me hablas) con tu madre.

Y en mi conciencia pecadora juro
que tu beldad me alivia en mis trabajos
y tanto, que me es claro el tiempo oscuro
y lirios las cebollas y los ajos.
Las turbias aguas me son vino puro,
las perlas sin tu luz, escarabajos:
pues calla tú por vida de tu alma,
que yo siento el dolor y estoy en calma.

Tus virtudes jamás fueron oídas,
¿quién aspa más que tú? ¿quién más devana?
¿quién tiene las gallinas recogidas?
¿quién falta de la cama de mañana?
¿Quién remienda sus sayas a escondidas,
si no eres tú, que traes de buena gana
las manos en la masa, revolviendo
la casa, ora cantando, ora riendo?

La grana me parecen tus carrillos,
más blanca que la cal tu mano larga,
tu boca huele a peras y membrillos,
tu lengua en el decir no es hiel amarga.
Tus pechos me semejan dos ovillos,
no de lino, ni de estopa, ni de sarga,
sino de seda blanca y de manteca,
o rosa del rosal que no está seca.

Cillieruedas, solomos, longanizas,
rellenos, obispillos, butagueñas,
no llegan al mortal fuego que atizas
que al agua enciende y rompe cien mil peñas.
Cogiendo allá en tu lumbre las cenizas
gran parte del rigor crudo me enseñas,
pues, siendo brasa yo y ceniza todo,
no remedias mi mal de ningún modo

Sabrosa mucho más que huevos fritos,
no en aceite de enebro o de ballena,
sino con menudillos de cabritos
en cazuela mojí suave y buena.
Muévante a compasión la rabia y gritos
que doy por ti cargado de mi pena,
y no me vales con saber que peno,
y quiero más tu bien que no el ajeno.

Las ollas de Alcorcón son poca cosa
comparadas a ti, ni aun los olleros,
porque eres más suave y más hermosa
que las hijas de algunos escuderos.
La luna por el cielo va pomposa,
no cura de mis daños lastimeros
ni el sol, ni el mar, ni tú, siendo quien eres
amiga de mi daño y tus placeres.

Más linda que el bizcocho y los confites
que van en la galera a tierra extraña,
más linda que truhanes en convites
y más que pistoletes de Alemania.
Más linda que ganar en cuatro envites
más ducados que caben en España,
mira que veo en ver tu linda cara
las mantequillas de Guadalajara.

Está por ti mi alma aprisionada
cual suele en la tortilla de los huevos
el torrezno quedar de la lunada,
o a fuego manso perdigones nuevos.
Más fría para mí que nieve helada,
más áspera que todos los mancebos
que van por esas calles desvaídos,
quejosos del amor y desabridos.

Soberbia estás en ver tu hermosura,
tu garbo, gentileza y lindas manos,
que a los pasteles de mayor dulzura
dejan atrás, y a mí en trances humanos.
Antojo extraño, brava desventura,
que seas más que en septiembre los manzanos
y más que los cerezos y perales,
y huelgues de hacerme tantos males.

Pues no hay en San Martín cada año vino
ni en Somosierra nabos abundantes,
más presto saltan huevos y tocino
que en Salamanca locos y estudiantes.
Todo se acaba, y todo va camino,
y así te aviso, y digo antes con antes,
que te has de hacer vieja, no te quedes
burlada como el pez entre las redes.

Parece ahora tu rostro a las lechugas
y a las cimas del cardo aquellos dientes,
tus pechos, tus espaldas, son pechugas
de perdiz, cristales transparentes.
Pues guárdate, no salgan cien arrugas
en la frente y mejillas excelentes,
que entonces más querría en mi barbecho
un grande muladar que tu provecho.

¡Oh, dones nunca vistos de las gentes!
mira que tus cabellos me parecen
al alazor que echamos comúnmente
en las ollas y salsas que se ofrecen.
Tu garganta parece a un pan caliente,
tus ojos a los lirios que florecen,
tus labios a las rosas, y tú toda
pareces a la novia de la boda.

Yendo a la misa, va tu cuerpo tieso,
y pienso, como vas quedito andando,
que tienes en los pies algún divieso
o que en vidrios o en huevos vas pisando.
Si te habla o te encuentra algún travieso,
tú callas, aunque él pase suspirando,
y te vas así como paloma blanca
sin dársete a ti de ello media blanca.

No hay salpicón ni mesas de señores
que lleguen al primor de estas cosas,
ni prados por San Juan llenos de flores
te igualan, ni clavel, ni blancas rosas.
No hay vestidos tan ricos ni primores
en Príncipes ni en damas muy hermosas,
que no sea poco, y más cuando tú llegas
la basura al rincón o cuando friegas.

Pues vuelve en ti y contempla que me matas,
y no juegues así al pasagonzalo;
¿por qué en esta prisión no me desatas,
pues tienes de ella tú el mando y el palo?
Más linda y más sabrosa que las natas
que se hacen allá en Zamarramalo,
más linda que gallinas y capones,
¿adonde han de llegar tantas pasiones ?

Cual suelen alegrar las ensaladas
y el vino, allá por Julio, a los que siegan,
y el almodrote y ollas bien guisadas
a los que con gran hambre acaso llegan.
Cual suelen ser las frutas sazonadas
a aquellos que con gusto a ellas se entregan,
cual suele ser el trigo a las hormigas,
tal eres tú en mis penas y fatigas.

Más dulce que las uvas moscateles,
más dulce que la miel que hay en Cerrato,
más sabrosa que azúcar y pasteles,
más dulce que un lechon y más que un pato.
¿Qué sopas hay en queso, o qué toneles
de escabeche en Vizcaya tan barato?
¿Qué conservas, qué dulces confituras
se igualan a tus grandes hermosuras?

Si hilas en tu casa ahora, o ciernes,
o estás fregando, comes o rastrillas,
o limpias los garbanzos para el viernes,
o haces para el sábado morcillas.
Yo huelgo que en tus cosas te gobiernes
de suerte que no veas mis mancillas,
que a verlas, el vasar, platos y ollas
darías al diablo, y aun las cebollas.

No mirarías al sol de tanto espacio
adonde tiene el huevo la migaja,
ni barrerías, cantando, tu palacio,
mirando y revolviendo cada alhaja.
Y yo ausente de ti, cansado y lacio,
que me derribaran con una paja,
llorando mi ventura estoy confuso,
y tú alegre y contenta con tu huso.

Pues si vas al corral o sarmentera
por alguna gavilla de sarmientos,
acuérdate de mí, haz que no muera
por solo tu descuido en mis tormentos.
Si agujerada vieres tu caldera,
o tu pandero roto, en dos momentos
te acordaras de mí, que así yo viva,
que tengo el corazón como una criba.

Pues si las chinches pican, o las pulgas
de noche, o cuando duermes en la siesta,
acuérdate de mí cuando repulgas
tu saya, porque vayas más honesta.
Si alguna vez a tu carrillo espulgas,
ten cuenta con mi pena manifiesta,
piensa también en mí cuando te peinas,
porque te quiero más que a veinte reinas.

¡Oh, más dulce que en leche pan mojado,
más dulce que piñones ni castañas,
más dulce que el almendro azucarado,
más dulce que el placer con que me engañas!
Acuérdate de mí en este estado,
que tengo el pecho todo y las entrañas
como manteca al fuego, y en su fragua
me arroja amor como carbón en agua.

No pienses en nidales ni en candiles,
ni mires si se rompen tus zapatos.
ni cosas tus mampiés ni tus mandiles,
ni guardes las cazuelas de los gatos.
Deja lejía y jabón, deja badiles,
no te cures de andar en garabatos,
mira mi mal, no mires lo que valgo,
y al cabo mira bien que miras algo.

¡Quién pudiera llegarse callandito
y ayudarte á fregar cuando fregaras,
o quién pudiera verte un poquitito
al amasar, o cuando te acostaras!
Mas antes se verá andar el cabrito
como el anguila en aguas limpias, claras,
y el anguila en los aires, que consientas
ver en reposo alguno mis tormentas.

¡Oh fiera, que cien mil ánimas robas!
considera rallando el pan y el queso,
atando y desatando tus escobas,
que así me trata amor viéndome preso.
Parezco a las olivas que tú adobas,
parezco (si lo miras) a tu peso,
que acá y allá me lleva la esperanza,
sin que se tenga en filo la balanza.

¡Oh linda, más que el trigo que segamos,
hermosa sobre cuanto más se estima,
más alta que los olmos que podamos,
más linda que el color de cidra o lima!
¿Cuándo será posible estar entrambos
cual pide el grave mal que me lastima?
¿cuándo querrás dar fin a mis tristezas,
y ablandar para siempre tus durezas?

Si vas a sacar agua de tu pozo,
mis ojos la darán más abundante;
si la puerca parida te da gozo,
yo muero de dolor por ser amante.
No muero yo, ni vivo, ni me gozo
por ser contigo, a fe, firme y constante
y en tal de remediarme en mis trabajos,
haces tú barrederos de andrajos.

¿Qué bodegón habría que me igualase,
qué confitero entonces, qué fruteras?
¿qué mercado, qué feria que llegase
a verme alegre de cien mil maneras?
¿Qué mercader habría que soñase
concertarse conmigo, o qué tenderas?
¿qué manjar blanco habría que pudiese
compararse conmigo, si te viese?

Las dulces berenjenas y las berzas
tendría en el baile del rey don Perico,
los molletes, los vinos de más fuerzas
serian en tal sazón nada o tantico.
Deja, pues, el aguja y más no tuerzas,
mira mi mal y piensa que no es chico,
y si estás a la lumbre, piensa luego
que soy la misma brasa de tu fuego.

Cuando vieres allí puesta la olla,
considera que así mi pecho arde;
mira que como a un cazo amor me abolla,
acuérdate de mí, así Dios te guarde.
No hagas más del gran cielo cebolla,
ni aguardes mis remedios a más tarde;
remédiame y no andes en barajas,
para dejarme así a lumbre de pajas.

No rasgues por tu vida esta carta,
basten ya para hogaño estos desdenes;
guárdala, y de contigo no se aparta,
pues cuatro te olvidaste en tus sartenes.
Conténtate en que tengo pena harta
de ver en cuán poquito mi mal tienes,
y no devanes hilo en ella hogaño,
como hiciste en todas las de antaño.

Y no burles de mí, pues yo te alabo
más que a las finas rajas de Florencia,
y digo que tus gracias son sin cabo,
y sin igual el rostro y tu presencia.
Tu ingenio y tu saber son como un clavo,
que enclava al simple y al de noble ciencia
de tal manera, que el suave canto
se muda solo en verte luego en llanto.

Mas no se ha visto flauta ni pandero
más dulce que la voz de tu garganta,
ni sabe el vino tanto al extranjero
como ese tiple cuando se levanta.
Y así como desean otros dinero,
deseo que nos cobije alguna manta,
de suerte que quedemos, de enemigos,
para siempre jamás por muy amigos.

Ceso y no de rogar a Dios que vivas.
y yo también, si te parece justo,
y mira por tu vida que me escribas,
pues sabes que tus cartas me dan gusto.
Y da un suspiro cuando esta recibas,
que será un grande alivio a mi disgusto,
y yo prometo mil por solo uno,
y muchos más, si somos para en uno.


Fuente: Edición de 1582 impresa por Querino Gerardo (Google ebook)


























* Nabos en Adviento, referencia a un dicho antiguo:"cada cosa a su tiempo, y los nabos en Adviento", que se usaba para apaciguar al impaciente indicando que todo tiene su momento.







































* Cillerueda o cilluereda, comunmente es inflamación de los ganglios de la garganta, pero también se registra como un corte de carne asada a la brasa (Terreros y Pando, 1786).
* Solomo: solomillo o lomo de cerdo, generalmente adobado.
* Relleno: carne picada y guisada con huevos, frutos secos y especias haciendo una farsa que se usaba como relleno de tripa o también de calabacines.
* Obispillo: embutido de la matanza, de gran tamaño, preparado con huevos, carne del espinazo del cerdo muy picada y especias varias.
* Butagueña o bueña (también butaqueña), cierto género de morcilla castellana, especialmente la preparada con sangre bovina para la "grosura de sábado" (ver más adelante).

* El aceite de enebro no es comestible, se empleaba para friegas y uso externo contras diversas dolencias. El aceite de ballena, aunque podría usarse en alimentación, no tiene un sabor agradable y se empleaba básicamente como combustible en las lámparas y candiles.

* Cazuela mojí (mogí en el original, también "moxí"): tortilla cuajada en cazuela que se hace con huevos, queso y berenjena, también se le añadía pan rallado, cebolla, miel, piñones, especias... Hoy sigue siendo un plato típico de la región murciana.

* La alfarería de Alcorcón, provincia de Madrid, fue una de las principales industrias de esta villa. Ollas, tinajas y jarros de barro vidriado eran menaje tan apreciado que en el escudo de Alcorcón figuran tres ollas.

* El bizcocho era entonces pan que recibía una segunda cocción para desecarlo y dejarlo crujiente (bizcocho=dos veces cocido, biscote) de forma que se conservara para la navegación. Los confites eran (aún lo son) frutos secos recubiertos de pasta de azúcar. Este recubrimiento no era únicamente un refinamiento alimenticio sino una forma de proteger el fruto del ataque de gorgojos y otros insectos.

* «Las mantequillas de Guadalajara son muy celebradas, y no se pueden hacer sino de leche de cabras, y se hacen sino en solo un lugar junto a aquella ciudad, llamado Yriepar (hoy Iriépal), que en arábigo quiere decir leche o manteca da cabras» (Ambrosio de Morales, Antiguedades de las ciudades de España, 1575)

* Lunada o lunada de tocino, parte grasa del pernil. Al asar o freir la lunada se derrite la grasa y queda el torrezno que es la veta de carne similar al beicon. El refrán decía que "del tocino y del amor, la lunada es lo mejor".

* Perdigones nuevos: pichones de perdiz.

San Martín de Valdeiglesias, provincia de Madrid, famosa por sus vinos y la abundancia de bodegas.

* «Abad de Somosierra, harto de nabos y berzas» dice un refrán que indica cuán abundantes eran estas hortalizas en este municipio al norte de Madrid. Estos famosísimos nabos amarillos son citados por numerosos autores, desde el farmacéutico Andrés Laguna hasta el cronista de la conquista americana Fernández de Oviedo, pasando por el comediógrafo Lope de Vega.







* Alazor o cártamo (Carthamus tinctorius), es una planta cuyas flores y estambres se empleaban como colorante amarillo-anaranjado. También se le llama "azafrán bastardo". Hoy se sigue empleando para esto (p,ej, en la cocina canaria) aunque se cultiva principalmente para extraer aceite de sus semillas.










* Salpicón: En la época, plato elaborado con restos de la olla o cocido aderezado con ajo, aceite y otros ingredientes. Equivale pues a lo que hoy es más conocido como "ropavieja".






* Pasagonzalo: Juego o chanza consistente en golpear la nariz de la víctima con el dedo medio disparado desde el pulgar (capirotazo o garnacho).

Zamarramalo, es Zamarramala, cambiada para no matar la rima; población de Segovia famosa por sus quesos y "natas", una especie de natillas o cuajada hecha con leche, harina, huevos y azúcar.


* Almodrote: plato de origen judío o arábigo consistente en berenjenas asadas y machacadas mezcladas con queso.


* Cerrato, cerca de Valladolid, era en efecto famosa por su miel, como atestiguan Covarrubias en "Tesoro de la lengua castellana" (1611) y Rafael Rodríguez en 1772. El dicho vallisoletano afirmaba que "pan de Bamba, molletes de Zaratán, ajos de Curiel, queso de Peñafiel, y de Cerrato la miel".

* Sopas en queso: plato que se preparaba disponiendo rebanadas de pan seco y queso rallado, en varias capas y empapándolo todo después con caldo caliente.

* Escabeche de Vizcaya: La pesca que llegaba a Santurce y Portugalete generó desde el siglo XVIII una poderosa industria conservera de salmueras y escabeches que, en toneles, viajaban al interior.

Conserva: preparado de pulpa de frutas con azúcar, similar al dulce de membrillo.

* Garbanzos para el viernes, morcillas para el sábado: la rígida abstinencia católica de los viernes imponía una dieta a base de legumbres (Don Quijote comía lentejas), verduras, hortalizas y pescado, pero una interpretación suave de la abstinencia para el sábado devino en el Siglo de Oro en la llamada popularmente "grosura de sábado", permitiéndose comer en la cena de este día casquería, tocino y partes no musculadas de animales: menudillos, asaduras, callos, sesos, morcilla de sangre, etcétera. Indudablemente estas costumbres contribuyeron a desarrollar un riquísimo recetario de despojos del que aún se mantiene buena parte aunque ya no se asocie con la vigilia.

* Migaja de huevo: la galladura, punto rojizo junto a la yema.




































































* Manjar blanco: En la época había varias preparaciones llamadas así. La más común era un guiso de pechugas de pollo deshechas y guisadas con harina de arroz y leche; pero también, con ese nombre, existía un postre de almendras molidas con azúcar, que aún se mantiene en la repostería catalana.

* Tener en el el baile del rey Perico: dar poca o ninguna importancia. Era este rey Perico un personaje ficticio para indicar cosas antiguas ("del tiempo de rey Perico") o referirse a si bailaba o no como asunto de poca trascendencia: «preciándole en lo mismo que si el rey Perico baila...» (Quevedo)

* Mollete: pieza de pan blanco, en forma de pequeña torta, muy tierno. Hoy son famosos los de Antequera en Málaga.

* Tantico:  muy poco













* Rajas de Florencia: Nada de comer, sino una variedad de paño de lana fina muy apreciada.

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