22 de julio de 2014

Juan Ramón Jiménez: Platero y yo

«Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negros. […]  Come cuanto le doy. Le gustan las naranjas, mandarinas, las uvas moscateles, todas de ámbar, los higos morados, con su cristalina gotita de miel...» (J.R. Jiménez, Platero y yo, 1914)

Juan Ramón Jiménez, nacido en Moguer, provincia de Huelva, en 1881, premio nobel de literatura en 1956, es uno de los poetas en español más conocidos. Aunque su obra más difundida, “Platero y yo”, está escrita en prosa, pero dotada de una lírica que consigue fusionar ambos estilos.

Se cumple este año el centenario de la primera edición de Platero y yo. Edición dirigida al público infantil que, sin embargo, no gustó mucho al autor; y tres años más tarde por fin vio la luz en versión completa, corregida y extensamente aumentada.

Esto no ha sido óbice para que el Ayuntamiento de Moguer, su patria chica y  escenario único de las andanzas de burro y poeta, haya decretado el presente como “Año de Platero”, incluyendo entre los fastos la publicación de un recetario, obra de los cocineros de "Tu otra cocina", Diego Blanco y Jorge Estepa (este último natural de Moguer) titulado “La cocina de Platero”, que los visitantes a la oficina de turismo de Moguer pueden adquirir por un simple donativo solidario.



En realidad, la gastronomía está presente en Platero y yo solo en forma de algunos productos primarios del entorno de Moguer: el pan recién horneado, el vino que lo inunda todo, las frutas recogidas del árbol, el pescado que viene del puerto («Se oye, arriba, el vocerío mudable de la plaza del Pescado, donde los vendedores que acaban de llegar de la Ribera exaltan sus asedías (sic), sus salmonetes, sus brecas, sus mojarras, sus bocas»), pero no describe ni nombra las recetas sabias que los onubenses preparan con ellos. No era Juan Ramón Jiménez un apasionado de la mesa lujuriante ni mucho menos; incluso a veces parece que su relación con el alimento se limitaba a la necesaria para la supervivencia («La comida y bebida que ignoro me dan, más que la que tengo, hartazgo y náusea...», Ideolojía).

Pese a lo cual, y tomando este centenario como excusa, vienen aquí  hoy las páginas de su obra que mejor satisfacen al propósito de este blog y en las cuales, si bien la materia no es tan elaborada como para satisfacer el estómago exigente, la lírica, alimento del alma, lo suple sobradamente.

XCVI - LA GRANADA
¡Qué hermosa esta granada, Platero! Me la ha mandado Aguedilla, escogida de lo mejor de su arroyo de las Monjas. Ninguna fruta me hace pensar, como esta, en la frescura del agua que la nutre. Estalla de salud fresca y fuerte. ¿Vamos a comérnosla ?

¡Platero, qué grato gusto amargo y seco el de la difícil piel, dura y agarrada como una raíz a la tierra! Ahora, el primer dulzor, aurora hecha breve rubí, de los granos que se vienen pegados a la piel. Ahora, Platero, el núcleo apretado, sano, completo, con sus velos finos, el exquisito tesoro de amatistas comestibles, jugosas y fuertes, como el corazón de no sé qué reina joven. ¡Qué llena está, Platero! Ten, come. ¡Qué rica! ¡Con qué fruición se pierden los dientes en la abundante sazón alegre y roja! Espera, que no puedo hablar. Da al gusto una sensación como la del ojo perdido en el laberinto de colores inquietos de un calidoscopio. ¡Se acabó! Yo ya no tengo granados, Platero. Tú no viste los del corralón de la bodega de la calle de las Flores.

Íbamos por las tardes... Por las tapias caídas se veían los corrales de las casas de la calle del Coral, cada uno con su encanto, y el campo, y el río. Se oía el toque de las cornetas de los carabineros y la fragua de Sierra... Era el descubrimiento de una parte nueva del pueblo que no era la mía, en su plena poesía diaria. Caía el sol y los granados se incendiaban como ricos tesoros, junto al pozo en sombra que desbarataba la higuera llena de salamanquesas...

¡Granada, fruta de Moguer, gala de su escudo! ¡Granadas abiertas al sol grana del ocaso! ¡Granadas del huerto de las Monjas, de la cañada del Peral, de Sabariego, en los reposados valles hondos con arroyos donde se queda el cielo rosa, como en mi pensamiento, hasta bien entrada la noche!

Nota: el escudo del municipio de Moguer no contiene ninguna granada; Juan Ramón debió tomar la referencia del de las hermandades vinculadas a la parroquia de Nuestra Señora de la Granada, uno de los emblemas arquitectónicos del pueblo.

CV - PIÑONES
Ahí viene, por el sol de la calle Nueva, la chiquilla de los piñones. Los trae crudos y tostados. Voy a comprarle, para ti y para mí, una perra gorda de piñones tostados, Platero.

Platero. Ilustración del original de 1914.
Noviembre superpone invierno y verano en días dorados y azules.
Pica el sol, y las venas se hinchan como sanguijuelas, redondas y azules... Por las blancas calles tranquilas y limpias pasa el liencero de La Mancha con su fardo gris al hombro; quincallero de Lucena, todo cargado de luz amarilla, sonando su tin-tan que recoge en cada sonido el sol... Y, lenta, pegada a la pared, pintado con cisco, en larga raya, la cal, doblada con su espuerta, la niña de la Arena, que pregona larga y sentidamente: ¡A loj tojtaiiitoooj piñoneee...!

Los novios los comen juntos en las puertas, trocando, entre sonrisas de llama, meollos escogidos. Los niños que van al colegio, van partiéndolos en los umbrales con una piedra... Me acuerdo que, siendo yo niño, íbamos al naranjal de Mariano, en los Arroyos, las tardes de invierno. Llevábamos un pañuelo de piñones tostados, y toda mi ilusión era llevar la navaja con que los partíamos, una navaja de cabo de nácar, labrada en forma de pez, con dos ojitos correspondidos de rubí, al través de los cuales se veía la Torre Eiffel...

¡Qué gusto tan bueno dejan en la boca los piñones tostados, Platero! ¡Dan un brío, un optimismo! Se siente uno con ellos seguro en el sol de la estación fría, como hecho ya monumento inmortal, y se anda con ruido, y se lleva sin peso la ropa de invierno, y hasta echaría uno un pulso con León, Platero, o con el Manquito, el mozo de los coches...

Notas: En la calle Nueva (hoy calle Juan Ramón Jiménez) tenía su residencia la familia de Juan Ramón Jiménez.
Una perra gorda: moneda de diez céntimos de peseta.
Los piñones se tostaban con su cáscara, tal como se hace con los cacahuetes, las semillas de girasol o los pistachos. Haciéndolo así, la dura cápsula se vuelve quebradiza y son fáciles de abrir.

XXXVIII - EL PAN
Te he dicho, Platero, que el alma de Moguer es el vino, ¿verdad? No; el alma de Moguer es el pan. Moguer es igual que un pan de trigo, blanco por dentro, como el migajón, y dorado entorno -¡oh sol moreno!- como la blanda corteza.

A mediodía, cuando el sol quema más, el pueblo entero empieza a humear y a oler a pino y a pan calentito. A todo el pueblo se le abre la boca. Es como una gran boca que come un gran pan. El pan se entra en todo: en el aceite, en el gazpacho, en el queso y la uva, para dar sabor a beso, en el vino, en el caldo, en el jamón, en él mismo, pan con pan. También solo, como la esperanza, o con una ilusión...

Los panaderos llegan trotando en sus caballos, se paran en cada puerta entornada, tocan las palmas y gritan: "¡El panaderooo!"... Se oye el duro ruido tierno de los cuarterones que, al caer en los canastos que brazos desnudos levantan, chocan con los bollos, de las hogazas con las roscas...

Y los niños pobres llaman, al punto, a las campanillas de la cancelas o a los picaportes de los portones, y lloran largamente hacia adentro: ¡Un poquiiito paaan!...

Notas:
Igual que un pan de trigo: la imagen figura al pueblo de Moguer, pintadas sus casas de blanco (miga) como es común en Andalucía, rodeada de los campos de secano donde prevalecen los  amarillos (corteza).
Aceite: El pan con aceite de oliva es uno de los desayunos (o meriendas) más usuales en Andalucía.
Para dar sabor al beso: se refiere al dicho “uvas, pan y queso saben a beso”.
Pan de cuarterones: el rajado antes de cocer para formar cuarterones de crujiente corteza.

CXXIV - EL VINO
Platero, te he dicho que el alma de Moguer es el pan. No. Moguer es como una caña de cristal grueso y claro, que espera todo el año, bajo el redondo cielo azul, su vino de oro. Llegado setiembre, si el diablo no agua la fiesta, se colma esta copa, hasta el borde, de vino y se derrama casi siempre como un corazón generoso.

Todo el pueblo huele entonces a vino, más o menos generoso, y suena a cristal. Es como si el sol se donara en líquida hermosura y por cuatro cuartos, por el gusto de encerrarse en el recinto trasparente del pueblo blanco, y de alegrar su sangre buena. Cada casa es, en cada calle, como una botella en la estantería de Juanito Miguel o del Realista, cuando el poniente las toca de sol.

J.M.W. Turner, La fuente de la indolencia. Beaverbrook Art Gallery
Recuerdo «La fuente de la indolencia», de Turner, que parece pintada toda, en su amarillo limón, con vino nuevo. Así, Moguer, fuente de vino que, como la sangre, acude a cada herida suya, sin término; manantial de triste alegría que, igual al sol de abril, sube a la primavera cada año, pero cayendo cada día.

Notas:
Ciertamente el alma de Moguer es el vino, mucho más que el pan, y desde luego fue su motor económico hasta que la filoxera y otros avatares históricos desplazaron la industria vitivinícola a la cercana Bollullos Par del Condado. Bien lo debía saber Juan Ramón pues su padre era comerciante de estos caldos y, durante su exilio en EE.UU., unas botellas de vino de Moguer era el presente que más le agradaba.

Famosos ya desde el siglo XVIII, Moguer compitió con Jerez en la exportación de vinos de solera andaluces. En el diario de sesiones de las Cortes, de 11 de octubre de 1821 se afirmaba que "solo la cosecha de vino de Moguer es tan abundante, que cada año pasa de 300.000 arrobas...".

Hoy encuadrados dentro de la D.O. Condado de Huelva, son vinos blancos producidos principalmente a partir de la variedad de uva “zalema”, destacando también una importante producción de vinos generosos (más de 15º de graduación alcohólica) y una variedad muy particular: el vino naranja, que añade alcohol donde se ha macerado la corteza del cítrico, también con D.O. propia para vinos aromatizados. (De alguna edición del Platero –que no he podido documentar- se cita este fragmento así: «Llegado setiembre, si el diablo no agua la fiesta, se colma esta copa, hasta el borde, de vino naranja»).


Textos extraídos de la versión completa de 1917, edición "El libro de bolsillo" de Alianza Editorial, 1997, Isbn: 84-206-3405-5

Enlaces relacionados:
Reseña de la presentación de "La cocina de Platero"
Página de la D.O. Condado de Huelva
Platero en la Fundación Zenobia - J.R.Jiménez
Ayuntamiento de Moguer: Año Platero




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